Los diferentes tratamientos térmicos que se pueden dar a los metales permiten modificar sus características. Son tratamientos de gran importancia en las diferentes fases de fabricación en la industria de los mecanizados. En Mecanizados Delinte utilizamos la técnica del templado a la hora de dar forma a productos como los bastidores swas, los armarios centro motores, etc.
Existen diferentes tipos de tratamientos térmicos según el objetivo que se pretenda alcanzar y las reacciones que se consiguen obviamente también son distintos. Este tipo de tratamientos consiguen endurecer o ablandar un producto, modificar su estructura o cambiar algunas de sus características para que el resultado final se ajuste a nuestras necesidades.
Entre los diferentes tratamientos térmicos podemos hablar de la cementación, la nitruración, el revenido, la carbonitriración, el recocido, el normalizado, el recocido isotérmico o el templado.
El templado, principal tratamiento en la industria
El templado es uno de los tratamientos térmicos más utilizados en el campo de los mecanizados. Básicamente consiste en calentar un material, normalmente suele ser el acero, por encima de su punto de transformación. Estamos hablando de temperaturas que bien pueden superar los 800 o 900 grados centígrados, y enfriarlo rápidamente en agua o en aceite. La finalidad de todo este proceso es obtener una pieza mucho más resistente, en la que queda reducido su grado de fragilidad.
El proceso de templado lo que busca es conseguir un equilibrio en el producto entre su dureza y su resistencia.
Aunque parezca extraño el uso del acero templado se da desde hace siglos. Ya en el Japón feudal los herreros eran los encargados de fabricar katanas, espadas y otras armas con este material. Para ello untaban de arcilla las partes específicas de una hoja de acero y la calentaban en una fragua, después enfriaban la hoja en el agua.
Obviamente los procesos de trabajo de hoy en día han evolucionado pero en la base, el objetivo y los principios siguen siendo los mismos.
Por supuesto, el acero no es el único metal que se puede templar, pero sí uno de los que más juego ofrecen ya que al hacerlo se consiguen cualidades que resultan muy atractivas. Por ejemplo, se logra que tenga un mayor grado de dureza, que resulte menos frágil, que soporte mayores fuerzas, aliviar las tensiones, etc.
Cómo y por qué se templa el acero
Para templarlo, el acero debe calentarse a una temperatura que supere su punto de transformación, es lo que se llama temperatura de temple. Así se consigue variar su estructura obteniendo una cristalina que resulta ideal para poder enfriar rápidamente la pieza. El enfriamiento tiene que realizarse de un modo determinado que variará en función de la composición del acero para obtener el equilibrio buscado.
Para obtener diferentes tipos de endurecimiento se le pueden añadir otros elementos como carbono, nitrógeno, cianuros u otros compuestos.
Al proceso de calentamiento del acero se le denomina austenización. Lo que se consigue al calentarlo es alojar en su estructura mucho más carbono, formando la austenita que no es otra cosa que una determinada ordenación de los átomos de hierro y carbono. Al enfriarse rápidamente se forma la martensita, es decir, un cristal que consigue que el acero tenga su máxima resistencia posible.
Se puede templar una pieza completa, lo que incluye su núcleo. O se puede templar solo su superficie externa consiguiendo que el núcleo tenga un grado de dureza y de flexibilidad distintos.
En definitiva, el templado del acero consigue dotar a este material de las propiedades que necesitamos para poder fabricar con él piezas que resulten resistentes y adecuadas al trabajo para el que están destinadas, como por ejemplo los bastidores swas.